CARTA ABIERTA A UNA CHICA PROGRE. FRANCISCO UMBRAL

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La muchacha a la que escribe y describe Francisco Umbral no es la romántica y blanquecina virgen de camelia en el pecho, sino la real hembra –hay reales hembras de quince años- que tiene la regla, senos conscientes de su poder y un piercing en el ombligo; la chica progre de Madrid, de Barcelona, de Sevilla, de Valencia, y también la recién llegada de la provincia de tedio y plateresco, la muchacha que huye del futuro espantoso de marido funcionario, hijos en el colegio público de la pequeña capital remorata, y paseos dominicales por la calle Mayor, antes de tomar un somnífero –o un bote de ellos- para soportar la realidad. La realidad del siglo veintiuno, que no será espiritual por mucho que quieran los poetas, sólo se puede soportar mediante las drogas o la estulticia. La muchacha progre lo sabe y huye. A la chica progre amada por Umbral la amamantaron con prohibiciones y ahora vive en la pura transgresión, es mera transgresión, aunque sin saber que la transgresión que ha elegido es la que impuso el Imperio por aquellos años sesenta de revueltitas estudiantiles a quienes concedieron incinerar los sostenes, sexo, droga y rocanrol a cambio de no tocar ni el poder político y el económico que son los únicos que merece la pena poseer y que son el mismo. Si bien es una novela que se lee con un continuo interés, -y sin suda una de las obras más importantes de uno de los escritores españoles más importantes del último siglo- es un texto en el que Francisco Umbral ha dejado frases brillantes que resaltan en el conjunto: “Lo que Occidente busca hoy en Oriente quizá no sea una filosofía, una doctrina, una forma de vida, una estética, sino simplemente un poco de mugre.” “La Historia te presentaba una imagen grandiosa del hombre. Julio César, Alejandro, Platón, Goethe, Galileo, Cervantes, Napoleón, Rodolfo Valentino, Carlos V, Pemán, Heráclito y Charlot. El hombre es un gran relaciones públicas de sí mismo, ya sabes. Pero el hombre que tenías ante ti, en torno, era otra cosa. La encarnación del hombre, para tus ojos colegiales, era el profesor asmático de Geografía, el portero cojo de tu casa, tu padre malhumorado.” “El mundo de los oprimidos, cuando se manifiesta, ha de ser siempre así, mediante el grito, el desafuero, el exceso.” “La mujer, como el negro y el obrero, sólo accede a la Historia por la vía de lo excepcional. En España, o canta flamenco o se casa con un duque. Si no, a la cocina a planchar.” “En España, los españoles seguimos siendo unos de otros: los hijos son de los padres, las mujeres son de los hombres, los pobres son de los ricos.” En esta obra, Umbral desnuda su interior con una crudeza inusual: “Yo ya no soy un joven progre porque se me está pasando la juventud y porque he progresado, quizá, todo lo que tenía que progresar, aunque nunca es suficiente, ya sabes. Una lámpara, una mecedora, una máquina de escribir. Los libros y la foto de mi hijo. Eso es todo. No es nada. Toda la casa se ha quedado de nieve y soledad, y aquí estoy, hibernado, invernando, con mi tos, mis libros, mi máquina, mi amor y mi tristeza. Todo muy decadente”

Francisco Umbral, uno de los principales prosistas del siglo XX, había publicado anteriormente en Ediciones Irreverentes las obras República bananera USA y Diccionario para pobres. Otras de sus obras destacas son Travesía de Madrid, Mortal y rosa, Las ninfas, Los helechos arborescentes, Trilogía de Madrid, Memorias de un hijo del siglo, La leyenda del césar visionario, Las señoritas de Aviñón y ¿Y cómo eran las ligas de Madame Bovary? entre otras.

112 páginas / ISBN: 978-84-96115-15-1

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